Anécdotas del Palacio deBellas Artes, historias sin reflector

By: Sep. 27, 2019
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Una larga fila integrada por familias, parejas, personas solas, tanto de público nacional como extranjero, espera pacientemente a que la Sala Principal del Palacio de Bellas Artes abra sus puertas en exclusiva para ellos.

Ocupan sus lugares y el espectáculo que están a punto de presenciar es la narración de la historia del Palacio de Bellas Artes (PBA) sintetizada por José Daniel Juárez Mellado, quien desde hace 15 años relata al público los pormenores de la construcción del recinto de mármol que celebra su 85 aniversario.

El subcoordinador de Relaciones Públicas y coordinador de visitas guiadas a la sala de espectáculos refiere que fue en 2004 cuando inició el programa de estos recorridos que se ofrecen de martes a jueves a las 13:00 y 13:30 horas y los viernes a las 12:30.

Anteriormente, el público llegaba y pedía permiso para visitar la Sala Principal por unos minutos, a oscuras, por lo que era imposible apreciar su belleza.

Ante el creciente número de solicitantes, la gerencia del PBA decidió iniciar el programa de visitas guiadas a la Sala Principal con una duración de 30 minutos y en 2014 se creó la visita guiada especial, con un recorrido de más de una hora en el que, además de la sala de espectáculos se pueden ver los camerinos, las áreas de maquillaje, caracterización, vestuario, palco presidencial, además de escuchar diversas anécdotas que han ocurrido a lo largo de los 85 años de existencia del recinto del Instituto Nacional de Bellas Artes.

Las historias no contadas del Palacio es como las llama Daniel, quien relata sucesos jocosos que han ocurrido durante las funciones y tras bambalinas.

Un libro con la historia del Palacio de Bellas Artes y otro con la de los murales fue su acercamiento para dar las primeras visitas guiadas. Recuerda que su jefe en ese entonces le pidió que hiciera un resumen para elaborar un guion de entre 30 y 45 minutos.

Al principio, cuando las visitas eran con la sala a oscuras y la cortina subida, sólo la mostraban en fotografía; después se dio la orden de encender la luz, pero había reticencia para bajar la cortina, hasta que se logró desplegarla para que la gente apreciara su esplendor.

En las visitas a la Sala Principal, Daniel comienza su charla con los antecedentes del PBA, que fue el Teatro Nacional demolido entre 1900-1901 para dar paso a unas cuantas calles la construcción del Palacio de Bellas Artes en 1904, y detalla las vicisitudes que condujeron a que abriera sus puertas 30 años después.

Los elementos decorativos, el vitral luminoso, el arco del proscenio, la cortina Tiffany, son parte de que hace mención, además de realizar algunas dinámicas para que el público participe.

En el recorrido de los viernes, amplía sus comentarios para hacer referencia a los artistas que han pasado por esos mismos espacios y sus peticiones en cuanto a maquillaje, vestuario y peinado, entre otras cosas.

Orgullosamente, Daniel comenta que nunca se ha cancelado una visita por falta de público, por lo menos entran 80 personas y en periodos vacacionales hasta 300. Del 19 de julio al 20 de agosto de este año atendieron a más de cuatro mil personas, gracias a la difusión que se hace en redes sociales.

A raíz de la demanda del público, primero se buscó el apoyo del voluntariado para conducir las visitas, ahora participan jóvenes que realizan su servicio social y que estudian las carreras de turismo, diseño, relaciones internacionales, así como traductores e intérpretes.

"Los capacitamos y preparamos para que pierdan el miedo y puedan enfrentar a un público de aproximadamente 200 personas. Es satisfactorio ver cómo los temerosos van sufriendo una metamorfosis y después se vuelven más seguros, además de que se llevan una gran experiencia".

Muchas de las anécdotas que narra se las han contado los compañeros que trabajan detrás del escenario, como la de un bailarín chino que necesitaba oxígeno cada vez que terminaba su participación; en una ocasión en que pidió la mascarilla, se la colocó y empezó a tranquilizarse, pero luego de devolverla, la persona que se la proporcionó se dio cuenta que no tenía la manguera conectada.

También refiere el incidente del cantante que pidió un tinte temporal para su actuación y le aplicaron uno permanente; la del técnico que subió un pollo con un hilo al final de la ópera Tosca, creyendo que el telón ya había "caído"; las costureras que deben zurcir alguna prenda a toda velocidad y muchas situaciones que se viven día a día detrás del escenario, mientras el público disfruta tranquilamente cada espectáculo.

En 1991, Daniel Juárez, egresado de la carrera de Administración de empresas turísticas, entró a trabajar al módulo del Palacio de Bellas Artes como edecán. "Mi intención era estar un corto tiempo y buscar trabajo en un hotel, pero después fui responsable del módulo y así he escalado hasta llegar a Relaciones Públicas, trabajo del que me enamoré y decidí quedarme".

Entre sus anécdotas personales está el haber entregado un arreglo floral a Chavela Vargas y salir nervioso al escenario entre los aplausos que el público otorgaba a la cantante.

En otra ocasión le pidieron llevara flores a la bailarina principal del Ballet de España, "no sabía quién era, a todas las veía igual, hasta que la pareja principal se separó del resto del elenco".

Asimismo, recuerda que durante una entrega de los Premios Ariel, mientras conducía a Columba Domínguez en una silla de ruedas para que le otorgaran la estatuilla de oro, un empleado de servicios al público le pidió a la actriz su credencial de elector para prestarle la silla.

"El Palacio significa para mí la oportunidad de conocerlo a fondo, de tener un lugar de trabajo donde no pensé que iba a estar, me enamoré de las relaciones públicas, disfruto lo que hago y me gusta presumir la historia de la construcción del Palacio, no me aburro de contarla porque todo el público es diferente, quiero que todo el mundo lo conozca. Estoy feliz con las visitas guiadas, son mi pasión y es lo que me mueve", finalizó.



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