BWW Reviews: 'Mierda de artista'

By: Jun. 02, 2014
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Italia, inicios de los 60. Piero Manzoni es un joven artista conceptual que cuestiona con sus creaciones la esencia y condición del arte. Entre sus arriesgadas y controvertidas obras destacan una serie limitada de huevos duros comestibles con su huella dactilar, globos hinchados con "aliento de artista", seres humanos desnudos ataviados solamente con la rúbrica del autor italiano... Sin embargo, la historia de arte ha querido que recordemos al creador lombardo por haber envasado al vacío sus excrementos en 90 latas de apariencia alimenticia. ¿La sola condición artística del autor confiere por si un halo de arte a todo cuanto se crea o excrete? ¿Qué define qué es artístico: su esencia, la belleza, su contexto, su creador...? Manzoni quiso ir más allá de lo que se atrevió Duchamp al colocar un vulgar urinario en un museo: el italiano se propuso vender sus supuestas heces a precio de oro.

Más de medio siglo después de la Mierda de artista de Manzoni, la reflexión aún tiene vigencia y vigor para ser revisada. Ferran González, Alícia Serrat y Joan Miquel Pérez firman una obra homónima tras su éxito con Pegados, un musical trufado de injerencias metadiscursivas y con una capacidad de autoparodia que les valieron 2 premios Max en 2011 y el salto a los mercados internacionales. La propuesta de partida no puede ser más apropiada para este grupo de artistas que supieron hacer cuadrar el círculo con la historia de dos jóvenes pegados por sus genitales tras un fortuito encuentro sexual. Esta vez, la apuesta es más abultada en escenografía y en intérpretes pero se queda más coja en su libreto, repartido de forma desigual entre los dos actos y ahondando menos de lo que darían de si unos personajes muy propicios a la farsa y la comedia absurda. Ferran González - autor del texto y las letras - se reserva el papel de Manzoni pero renuncia a su condición de estrella, cediendo el testigo a Sofía, representante del artista, interpretada por una Gemma Martínez en estado de gracia. Martínez borda un personaje hipervitaminizado y delirante que bascula entre su voracidad económica exenta de escrúpulos y su desatado lesbianismo intimidatorio. Algo flojos resultan también los demás personajes, ejecutados - eso sí - de forma resolutiva y compactada por Xènia Reguant (Apollonia, la novia de Manzoni), Nanina Rosebud (una timorata periodista de manos electrizantes y con una incomprensible fobia a los lobos), Frank Capdet (Enrico, el socio de Manzoni con complejo de inferioridad) y el mismo Joan Miquel Pérez, que da vida a Agostino.

Mierda de artista es menos musical y más discursiva, más vodevilesca y con más pomposidad que Pegados; el trío de jazz liderado por Pérez resulta una delicia para los oídos al igual que un preciso diseño de iluminación y sonido, mérito de Albert Pastor y Carles Aulí, respectivamente. Me resulta inevitable - e injusto, lo sé - compararla con Pegados... me da la impresión que el medio-gran formato se les ha empachado un poco y que en el minimalismo se desenvuelven mejor. Eso sí, González, Serrat y Pérez merecen mi aplauso por haber querido ir más allá y arriesgarse a dar una vuelta de tuerca en la producción teatral. En honor a la verdad también tengo que admitir que la obra va in crescendo: a pesar de su tibio (y largo) primer acto donde no acaba de pasar nada destacable hasta su final, la segunda parte resulta mucho más loca, surrealista e hilarante que la primera. Otra vez más, Gemma Martínez se lleva la palma enfundada en un oso panda que opera como voz de la conciencia de Manzoni en un sueño donde se realiza un repaso por la historia del arte... contado con un desparpajo y capacidad de síntesis que más de un profesor de esta materia quisiera tener impartiendo sus clases.

Tengo que agradecerles, también, que la obra no peque por pretenciosa ni quiera darnos lecciones morales. Su crítica al consumismo desaforado y lo absurdo del star system del arte se combina de forma ligera con su vocación de entretenimiento. Esperemos que al grupo de creadores de Mierda de artista no le suceda como a Manzoni, que murió joven y no pudo saborear la repercusión de su obra en el tiempo. También confío que la próxima propuesta de este talentoso grupo sepa rellenar los agujeros por donde esta vez se les ha escapado el ingenio.



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